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“No existen dudas ni necesidad de explicaciones. Todo se explica así mismo en la vivencia de la unificación y en su sabor dulce y luminoso.”

Jacobo Grinberg.

 

Recuerdo que al finalizar el cortejo fúnebre de mi esposa regresé a casa. Estaba con los ánimos muy por debajo. Es difícil regresar sabiendo que ahora en verdad estas solo en casa.

Encendí la portátil para revisar algunas cuestiones pendientes, necesitaba distraer mi mente. Preparé un café, prendí un cigarrillo y con la primera bocanada llegó una mala noticia. Una más entraba en mi vida. Tenía un mensaje en la bandeja del Gmail. “Hemos encontrado a su padre inconsciente a unos 48 metros de la carretera de Chinahuapan. Es preciso que venga al hospital general del estado.”

En 48 horas habían sucedido dos golpes severos que me dejaban a la deriva. Viajé al pueblo de mi padre, desde que salí para forjar mi propia historia me había negado a volver. Era extraño llegar a un lugar donde el único vínculo era mi padre y los recuerdos de mi infancia. Miedos, dudas, nostalgias acompañaban mis pasos en las viejas calles hacia el hospital.

Llegué al nosocomio con demasiada incertidumbre, necesitaba ver a mi padre y saber que le había sucedido. Al llegar a la recepción me abordo una chica demasiado atractiva, me dio un abrazo fuerte, se trataba de Karen la nueva secretaria de mi padre.

No pude entrar de inmediato a ver a Salvador, los doctores me explicaron que se encontraba en observación ya que tenía una severa deshidratación, así como magulladuras en algunas partes del cuerpo. Me dijeron que esperara en la lounge que ellos me tendrían informado de la situación. Karen me tomó del brazo y me llevo a la cafetería.

  • Tu padre me hablo demasiado de ti, de tus proyectos y de porque te fuiste de Chignahuapan, es un verdadero placer conocerte, aunque las circunstancias sean las menos propicias. - Dijo ella mientras pedíamos un café.

La veía y se me hacía atractiva a la vez intentaba entender sus palabras, las cuales no se me hacían coherentes. Mi padre era un conspiranoico, creía en demasiadas cosas, pero eso no justificaba su situación actual.

  • Tu padre seguía unas pistas de un portal decía, me comentó que se encontraba entre los límites municipales, le seguía la pista desde hace unos meses. Se estaba comenzando a obsesionar con temas alienígenas y teorías cuánticas.

Seguía escuchando su voz sin poder comprender, mi padre desde mi infancia me contaba cosas extrañas de dimensiones y ovnis. Alguna vez me contó que había visto alienígenas cerca de las cascadas. Obvio le creía todo porque era un niño y esos hacen los niños, le creen todo a sus padres. La magia se rompió cuando me abandonó a mi madre y a mí.

  • Me dijo que todo lo había anotado en unas cartas, en 48 cartas. Quería verte para dártelas ya que en ellas se encuentran las instrucciones de cómo encontrar el portal, pero desapareció 48 días hasta apenas ayer que lo encontraron, los policías dijeron que fue rara la forma en la que lo encontraron puesto que esa zona la habían recorrido cerca de veinte veces.

Me levanté sin poder entender nada, salí a fumar un cigarrillo ¿dónde estarán esas 48 cartas que mi padre escondió? Era ahora lo que se paseaba en mi cabeza.

Conocemos únicamente el producto final de nuestro procesamiento cerebral, pero lo confundimos con la realidad en sí”

Jacobo Grinberg.

 

Me quedé dormido en un sofá del hospital, comencé a tener sueños raros, al parecer estaba entrando en una maraña de sueños lucidos. Veía a mi padre sentado en el viejo escritorio blanco, escribía sus notas infinitas, volteaba a verme diciéndome – Algún día sabrás los secretos más intrincados que forjan la realidad humana, esa realidad ficticia.

 

De repente veía a mi padre correr en un bosque, estaba rodeado de luces verdes, llevaba entre sus brazos un cofrecillo. Ese cofrecillo era uno que se encontraba en el librero, delante de sus libros de Leonardo da Vinci y de Jacobo Grinberg.

 

Desperté a las 2:48 de la madrugada, fui a la máquina de refrescos por una bebida energizante, ya no quería dormir, las luces del hospital se tornaban verdes, Karen estaba tendida en el quinto sueño. Un enorme silencio rodeaba todo el lugar, las luces estaban dentro y fuera del hospital, comencé a buscar la salida para ir a fumar, di vueltas por los mismos pasillos sin encontrar la puerta que me llevará hacia afuera. Comencé a sentir la desesperación y corrí por los mismos pasillos de nuevo. Hasta que encontré una puerta. Al abrir la puerta mi padre de pie se quitó la máscara del oxígeno y me dijo – Es hora de despertar.

 

Caí del sofá despertando abruptamente, despertando a Karen con el ruido de mi caída, Justo en ese momento el doctor Castillo se nos acercó para decirnos que podíamos pasar unos minutos a ver a mi padre.

 

Al ver al viejo ahí tirado en la cama con el oxígeno y demás cables conectados a él me partieron en dos, me arrepentí de haberlo dejado tantos años, recordé que era fuerte, recuerdos que tenía escondidos salieron, así como las lágrimas. Un hombre tan fuerte y lleno de imaginación no podía estar ahí derrotado. Karen me abrazo y con un beso detuvo mis sollozos.

 

Me puse delante de la cama, observé a Salvador, seguía sin entender que le había sucedido, Karen me tomó de la mano para no desfallecer. No pude soportar más y salí al pasillo para llorar un poco. Enfermeras, olor a medicinas, ruidos hospitalarios y demás me comenzaron a aturdir. Desfallecí.

 

Al recuperarme entré a la habitación de nuevo, mi padre estaba despierto, me regaló una sonrisa. Se levantó la mascarilla para decirme solamente - busca las cartas -. Muriendo al instante.

 

El mundo se había vuelto a desmoronar en frente de mí. 

 

“La vida no puede ser una preparación para la muerte porque entonces todo sería una preparación para una vida que nunca aparece.”

Jacobo Grinberg

 

Habían transcurrido aproximadamente 3 meses desde la muerte de mi viejo Salvador, me mudé a vivir con Karen, busqué las cartas, recorrí la oficina de mi padre, hurgué en su casa unas quinientas veces sin tener éxito. No tenía aún explicaciones, no tenía respuestas.

 

Una tarde llovía fuerte, estaba sentado contemplando el cuerpo desnudo de Karen cuando llegó a mí el recuerdo de una vieja cabaña que frecuentaba mi padre, una cabaña que estaba en el bosque. Ahí fui algunas veces en mi infancia. El viejo nos llevaba a mi madre y a mí, nos deja por dos días hasta que volvía por nosotros. Fue entonces cuando le dije a Karen que me llevara a donde encontraron a Salvador.

 

En el camino hacia el lugar me brotaban más y más recuerdos volvían a mi cabeza, recordaba cosas raras que hacía mi padre. Sus caminatas que duraban horas, su forma de acomodar sus libros, la forma en la que tomaba burbon. Tal vez todas esas cosas eran señales que me daba, pero al ser muy chico no las entendía o no supe interpretarlas.

 

Llegamos al punto exacto, ahí encontré tirado los lentes de mi padre, casualmente apuntaban hacía un camino ubicado entre unos árboles, estos con su silueta dibujaban la entrada al bosque, eran una enorme puerta. De a poco comencé a recordar el camino a la cabaña. Caminé sin dudar, pareciera que todo se estaba aclarando de a poco. Karen seguía mis pasos con cierto temor. Caminamos una buena cantidad de metros o kilómetros. Hasta que por fin entre las ramas de los árboles logramos ver la vieja cabaña.

 

Llegamos a la puerta, escuchamos pasos dentro, antes de entrar agarré un trozo de leña, abrí la puerta de un solo golpe. Al entrar lo único que pude percibir fue una sombra que salía corriendo. Dejé de prestarle atención, supuse que había sido un animal.  Todo estaba lleno de polvo y telas de araña.

 

Recorrí el lugar, aun se encontraban libros por todos lados, hojas de anotaciones, ceniceros llenos de colillas, botellas de burbon a la mitad. Una vieja escopeta, pieles de animales. Algunas cosas las recordaba, algunas otras no tanto.

 

Di un par de vueltas por todo el lugar, sabía que iba a encontrar algo, pero no sabía que buscar, ni dónde. Fue hasta que me hinqué junto a la chimenea cuando entre los leños medio quemados encontré el cofrecillo de mi padre, le soplé la ceniza, lo abrí y ahí estaban las cartas que mi padre escondió.

 

Limpié bruscamente el escritorio blanco, puse cada una de las cartas, todas formaban un mapa y el centro de todo era la cabaña. La carta 48 era la única que tenía anotaciones:

 

“Cada 48 horas se abre un portal que te lleva a otras dimensiones, solamente tienes 48 horas para entrar y salir, sino lo haces a tiempo quedarás atrapado entre dimensiones. Pero recuerda en cada dimensión el tiempo es relativo”

 

Sin darnos cuenta Karen y yo terminamos atrapados en el portal, al salir de la cabaña los caminos se volvieron confusos, parecía que nunca terminaba de salir el sol, luces verdes destellaban por todas partes. Quisimos volver a la cabaña, pero esta desapareció, caminamos sin sentido. Logramos ver a nosotros de otras dimensiones, las casualidades de mi dimensión eran realidades de otras, me vi muerto en un par. En otras seguía casado, pero mi supuesta realidad se estaba borrando porque no encontraba la salida…

 

48 horas después encontraban nuestros cuerpos en el mismo lugar donde habían encontrado el de mi padre… a 48 metros de la carretera. 

 

Por: GreenMann…

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