ALDEA POTEMKIN
ALDEA POTEMKIN
Israel Torres Hernández
“Tal vez porque su misión se cumple en un paisaje sin fecha”.
“Estamos en el mundo del Génesis, al fin del Cuarto Día de la Creación”. Esta línea alude al tema de la novela “Los pasos perdidos” (1953) del prestigiado escritor cubano Alejo Carpentier (1904-1980), de la cual hay una versión radiofónica. A través de la narración del protagonista -quien no dice su nombre- al estilo de un diario de viaje, el autor presenta un encadenamiento de lugares, personajes y situaciones involucrados en un mundo de lo real maravilloso según sus palabras. De hecho, pareciera que las nociones del tiempo y la distancia occidentales se distorsionan en América Latina. Tanto así que el origen de la trama, la búsqueda peculiar de unos instrumentos musicales autóctonos para la colección del museo organográfico de una universidad, no tuviera sentido de no ser por la habilidad del autor para hacer creíble en ese “desorden”. En vista de lo ello están las nociones siguientes para analizar la obra de fama internacional.
“Somos intrusos, forasteros ignorantes, en una ciudad que nace en el alba de la historia”. Después de firmar un contrato para buscar un bastón de ritmo, unas sonajeras y una jarra funeraria para la galería de instrumentos de aborígenes de América, por amistad con el curador de una universidad, amigo y maestro suyo, un director de orquesta deja la ciudad de Nueva York para aventurarse en la selva venezolana. Enfrentado con una realidad que superaba la certidumbre de sus convicciones, el protagonista halló la manera única de sobrevivir: regresar al uso del idioma español. Cada travesía fue la prueba para notar que su vida tuvo sentido en ese lugar inhóspito. Así lo explicó: “Porque mi viaje ha barajado, para mí, las nociones de pretérito, presente, futuro”.
“Para hablar de los malos, hay que saber de los otros”. Para llegar a Santa Mónica de los Venados, el protagonista fue acompañado de varios personajes. Yannes el griego quien busca una mina de diamantes, el Adelantado quien conocía la selva, fray Pedro de Henestrosa y la muchacha Rosario. Ella no se casó con él porque el matrimonio era una atadura legal que le quitaba derecho a la mujer para defenderse. Panorama singular resumido en esta frase: “Donde todo se cansa y envejece a las pocas horas de haber nacido”.
“Hay mañana en que quisiera ser naturalista, geólogo, etnógrafo, botánico, historiador, para comprenderlo todo, anotarlo todo, explicar en lo posible”. Carpentier usó muchos recursos para unir la realidad (el viaje y el contrato) con lo maravilloso (la selva). Incluyó tres libros (“Genoveva de Bramante”, “Liber Usualis” y “La Odisea”) y el relato de la rata y una mazorca, en vez de la paloma y el olivo, tras el diluvio universal. “Entonces se sabrá con asombro que cada caracol manchado era siempre un poema”.
En conclusión, la obra alude a la importancia de descubrir qué es vivir en verdad. Apoyado más que por recuerdos, el protagonista encontró en la selva a quienes lo vieron como persona, le hicieron sentirse dueño de sus pasos y del tiempo para discernir. “He viajado a través de las edades; pasé a través de los cuerpos, sin tener conciencia de que había dado con la recóndita estrechez de la más ancha puerta”. Sumergirse en la monotonía y no arriesgarse alguna vez a desafiarse sería recorrer la Aldea Potemkin.